Robin Hill

Responsable de Lenguas Modernas Extranjeras, Competencia Oral y Alfabetización

 

Cuando comencé a centrarme en la competencia oral en el aula, no me di cuenta de lo poderosamente que transformaría no solo la manera en que los estudiantes hablan, sino también cómo piensan. Ahora, después de haber incorporado rutinas estructuradas de conversación y alfabetización en todo nuestro colegio en ELIS Villamartín, he podido ver de primera mano cómo la expresión verbal confiada y la escritura precisa crecen juntas. La competencia oral y la alfabetización no son habilidades separadas, sino dos caras de la misma moneda: cuando los estudiantes aprenden a expresar ideas de forma clara en voz alta, su escritura se vuelve más enfocada, estructurada y ambiciosa.

El poder del lenguaje hablado
Durante años, la educación ha enfatizado con razón la lectura y la escritura, pero hablar y escuchar se han considerado con demasiada frecuencia habilidades secundarias. Sin embargo, el lenguaje hablado sustenta todos los aspectos del aprendizaje. La capacidad de articular ideas, cuestionar a otros y razonar en voz alta es la base sobre la que se construye la comunicación escrita. Los niños que pueden explicar su pensamiento verbalmente tienen muchas más probabilidades de transferir esa claridad a su escritura. En este sentido, la competencia oral es el puente entre el pensamiento y el texto: el espacio de ensayo donde las ideas se moldean, prueban y refinan antes de aparecer en el papel.

Aprender a dialogar con propósito
Una de las formas más efectivas de ayudar a los estudiantes a alcanzar su máximo potencial es ofrecerles oportunidades frecuentes y con propósito para usar el lenguaje. La conversación estructurada, la discusión y el debate hacen más que mejorar el vocabulario y la fluidez; desarrollan confianza, empatía y la capacidad de construir o desafiar ideas con respeto. La conversación intencionada también fomenta que los estudiantes escuchen activamente —un aspecto a menudo subestimado de la comunicación— lo que, a su vez, les ayuda a refinar y profundizar su comprensión de temas complejos. Cuando los estudiantes aprenden a escuchar atentamente, aprenden a responder de manera reflexiva. Este intercambio de ideas se encuentra en el corazón del aprendizaje significativo.

Cada alumno merece encontrar su voz
Se ha realizado una amplia investigación en este ámbito, y se acepta ampliamente que es esencial maximizar la conversación intencionada de los estudiantes en el aula. Ya sea mediante discusiones en pareja, juegos de rol o debates formales, debemos asegurarnos de que las oportunidades de hablar no se limiten a los estudiantes más confiados. Cada alumno debería tener la oportunidad de encontrar su voz. Junto a esto, es crucial insistir en el uso correcto del lenguaje de instrucción. Cuando modelamos y fomentamos un vocabulario académico preciso, reforzamos el vínculo entre hablar bien y pensar bien. Al hacerlo, ayudamos a los estudiantes a pasar del lenguaje informal y cotidiano hacia un lenguaje más analítico y disciplinado propio del ámbito académico.

El lenguaje más allá del aula
El desarrollo de la competencia oral y la alfabetización no puede detenerse en la puerta del aula. Los padres y miembros de la familia desempeñan un papel vital en el apoyo al crecimiento del lenguaje. Actividades sencillas como leer libros adecuados en inglés, ver programas de televisión y películas con subtítulos en inglés o jugar a juegos de palabras pueden marcar una verdadera diferencia. Estas interacciones cotidianas exponen a los estudiantes a un lenguaje rico en contextos auténticos, ayudándoles a practicar vocabulario, pronunciación y comprensión de manera natural y entretenida. Las familias que hablan, cuentan historias y comparten ideas fomentan la curiosidad y la confianza —cualidades que apoyan directamente el progreso académico.

Aprender y perfeccionar un idioma requiere tiempo, paciencia y refuerzo constante. Cuando los estudiantes participan en conversaciones significativas en la escuela y en casa, comienzan a ver el lenguaje no como una asignatura escolar, sino como una herramienta viva para el aprendizaje, la creatividad y la conexión. Empiezan a usar el lenguaje para razonar, persuadir y reflexionar —habilidades que se extienden mucho más allá del aula y alcanzan todos los ámbitos de la vida.

En última instancia, nuestro objetivo no es solo producir hablantes confiados o escritores precisos, sino comunicadores articulados y reflexivos que puedan involucrar, persuadir e inspirar a otros. La competencia oral les da voz; la alfabetización da permanencia a esa voz. Cuando ambas se fomentan conjuntamente, empoderamos a los jóvenes para expresar quiénes son de manera clara, segura y con propósito. Las palabras que hablan hoy darán forma a los mundos que crearán mañana —y por eso la competencia oral y la alfabetización no son solo prioridades educativas, sino habilidades esenciales para la vida futura.